Challe y la historia de una “Huachita”
Escribe: Américo García Maldonado
S
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Roberto Challe luciendo la camiseta crema de la U |
iempre fui
Blanquiazul. Siempre me gustó el buen futbol. Y siempre admire a los cracks de
otros equipos sin importar el color de su camiseta, porque los cracks no tienen
colores, simplemente son cracks. Y son de todos, de todos los que amamos el
buen juego. Uno de esos artistas del balón fue Roberto Challe Olarte.
Roberto surgió en
el fútbol peruano en 1965, con la camiseta del Centro Iqueño. Club considerado
semillero del fútbol peruano. Donde había cabida para cualquier muchacho de
barrio que tuviera condiciones. Bastaba llevar un par de chimpunes viejos o
remendados envueltos en papel periódico y la oportunidad se hacía realidad. Allí
nacieron figuras como Roberto “Tito” Drago, José Del Castillo, Jesús Peláez,
Julio Meléndez, Guillermo Delgado, Moisés Barack, Juan Biselach, Alejandro
“Pique” Zevallos, Ramón Mifflin y tantos otros.
El Iqueño era una
escuela de fútbol fino, de excelente trato a la pelota. Con esos argumentos
rápidamente se ganó la simpatía de toda la afición peruana. El profesor Eugenio
Castañeda, entrenador de los infantiles, fue el artífice de esa escuela. A su
vez, el equipo albo fue considerado “La sombra” de Alianza Lima por muchos
años. A los “Íntimos” les costaba una enormidad ganarles.
Challe y el Rey "Pelé" antes de un amistoso Universitario vs. Santos de Brasil |
A Challe lo vi
desde sus inicios, y ya demostraba ser “un diferente”. Flaquito. Con cara de
niño. Atrevido. De pases exactos, al pie o al vacío para aprovechar la
velocidad de algún compañero. Con ese abanico de cualidades y la picardía
traída del barrio de Magdalena conquistó a los hinchas de todos los equipos.
Ante semejante realidad, los directivos de la U le echaron el ojo. Pusieron el
dinero y se adueñaron de su pase.
Cierto día, cursando
el 1º de media, dejé de lado mis obligaciones escolares y fui a ver el primer
entrenamiento de Challe en Universitario. Me acerqué a la vieja cancha de la
calle Odriozola, en Breña, mi barrio.
Al equipo crema
lo entrenaba Marcos Calderón. La U tenía figuras de renombre: Humberto
Arguedas, Nicolás Fuentes, José Fernández, Luis Cruzado, Oscar Ríos, Luis
Zavala, Víctor Calatayud, Ángel Uribe entre otros.
Gran cantidad de aficionados
nos ubicamos en los tablones del “Lolo Fernández”, ávidos de verlo en acción. Subí
a lo más alto de la tribuna para ver mejor. Me senté al lado de un chiquillo de
unos 9 o 10 años, el chico tenía las manos ennegrecidas, una caja de madera con
latitas de betún, una escobilla y una franela. Iniciamos una trivial conversación.
“Soy lustrabotas”
–me dijo– “dejé de chambear para ver el entrenamiento, soy hincha de la U.”
“Yo soy Alianza y
vine a ver a Challe, no me lo podía perder” Le respondí.
El técnico forma
dos equipos. Se inicia el encuentro entre titulares y suplentes. Mientras saboreaba
mi “marciano” de lúcuma esperaba ansioso que le llegara el balón a Roberto. Pasan
los minutos. En el fragor del juego ocurren buenas jugadas y algunas asperezas.
Llega el primer balón a los pies de Challe, que se encontraba cerca de la
tribuna que da al “Callejón del Gato”. Sale a la marca José Fernández, una
muralla en el fondo. Un líder. Mezcla de técnica y garra.
¿Qué hace
Roberto?... Con total desparpajo,
amortigua la pelota con el pie izquierdo. La duerme con la planta del zapato
derecho. Amaga el pase, y frena en seco. El zaguero central, cae en el engaño, y
abre las piernas como bailarina de ballet. Roberto, pasa la redonda por el
lugar imaginado. El capitán de la U quedó en ridículo, tendido en el césped. La
tribuna festeja con sonrisas.
“¡Asu mare...!” –
exclamó el lustrabotas.
Yo puse cara de
asombro.
“¿Vio eso
jovencito…vio eso?... Eso es fútbol”– dijo un señor mayor, mirándome de reojo.
Un hombre de rostro sereno de saco gris, camisa blanca y un cigarro entre los
dedos.
“¡Alto carajo!...
¡Venga para acá!” – gritó el técnico, abriendo los brazos en forma enérgica, dirigiéndose
al joven debutante.
Silencio,
silencio absoluto. El juego se detiene. Los compañeros observan la escena con total
respeto. El culpable de la “irreverencia” se acerca presagiando lo que vendría.
El vozarrón del “Oso” Calderón hizo eco hasta en las casetas de transmisión
hechas de madera triplay.
“¡Oiga señor...
si usted es payaso, váyase al circo!” – bramó.
Challe, con la
cabeza gacha y las manos atrás, escuchó la reprimenda sin decir palabra alguna.
¿Qué habrá pasado
por la cabeza de Roberto en ese instante?... Tal vez pensó que una “huachita”
sería su mejor tarjeta de presentación…