“Lo bueno de los años es que
curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción”.
Joaquín Sabina
L
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a piel de los
labios es la más fina y sensible del cuerpo. Esto
implica que en ellos tenemos la mayor densidad de receptores de tacto por
milímetro cuadrado de todo nuestro ser. Estos le envían señales eléctricas a
las neuronas de las vías sensoriales que transmiten dichos estímulos a las
áreas relacionadas con la sexualidad del sistema nervioso central.
Por su parte,
la lengua es un músculo hipersensible que combina el gusto y el tacto. Besar
requiere de la contracción de 34 músculos faciales. Al igual que en el coito,
en el beso se fusionan los cinco sentidos: tocar y ser tocado; oler el aliento
del otro; escuchar la gama de sonidos generados por la intensidad del beso; la
mirada en la cercanía casi absoluta del otro y, por supuesto, el gusto.
Un largo beso
posibilita “probar” el sabor de la otra persona, intercambiando en promedio 80
millones de bacterias ―¡curioso dato!―. De este modo se puede revelar
información clave acerca de su salud o fertilidad a partir de nuestras lenguas,
cubiertas con 10.000 papilas gustativas. Indudablemente, besar a alguien con
mal aliento cambiará nuestra percepción sobre ese individuo.
La información
activada por un beso es transmitida a la corteza cerebral por millones de
neuronas y ésta responde produciendo neuroquímicos que nos influyen a tomar
nuestra próxima decisión.
A partir de un
beso dos personas pueden transportarse hacia una especie de viaje desencadenado
por la estimulación de la vía del placer localizada en el área mesolímbica.
Esta sensación está relacionada con un neurotransmisor denominado dopamina,
asociado con las sensaciones de placer y con el amor romántico de comienzo
reciente.
Asimismo,
besarnos genera el aumento de la oxitocina, neurotransmisor que produce una
conexión y apego especial entre dos personas.
Durante un
beso apasionado se libera adrenalina, haciendo que se dilaten nuestras
arteriolas y, al aumentar su diámetro, nuestro cerebro recibe más sangre y por
consiguiente más oxígeno. De esta manera, nuestras mejillas enrojecen, la
respiración se vuelve irregular, nuestra frecuencia cardiaca aumenta y las
pupilas se dilatan (lo cual puede ser una de las razones por la que tantos de
nosotros cerramos los ojos durante un beso ya que la dilatación pupilar produce
el ingreso de mucha luz en nuestra retina generando una visión borrosa).
Un mal beso,
en el cual no nos sentimos cómodos con el aroma de la otra persona, por el
contrario, puede augurar un caos neuroquímico en el cerebro, aumentado el
cortisol, la hormona de la respuesta de estrés. Por lo que el beso tiene el
poder de desalentar a ambos miembros de la pareja a continuar su relación.
Un trabajo de
la Universidad de Albany, EE.UU., realizado con 1041 estudiantes, encontró que
un 59% de los hombres y un 66% de las mujeres finalizaron una relación
incipiente por un beso que no anduvo bien.
Por esta
razón, besarnos es una de las formas por excelencia que tenemos los seres
humanos para conocer a la otra persona, siendo este vital para influir sobre
nuestra percepción. Un buen beso puede ser la confirmación de que esa persona
es alguien que realmente nos atrae o, por el contrario, un indicio de que no es
nuestro príncipe o princesa azul.
Excelente enfoque colega. Utlisimo,si queremos empezar una buena relacion amorosa,no olvidarnos
ResponderEliminarde mantener un buen aliento.
ES VITAL
ResponderEliminarUNICO
PARA EMPEZAR UN ROMANCE
EL AMOR
DEPENDE DE EL PRIMER BESO
Y
ES INOLVIDABLE