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l personaje de "El Chavo del
8" encarnó el niño en orfandad que, en muchas partes del mundo, y más en
países con aún estratos sociales deprimidos, es parte de una sociedad que aún
no halla los resortes de una inclusión efectiva para tales niños, un estado que
realmente vele por su seguridad. Como era de esperarse, este “chavo” solo podía
estar en una vecindad donde podía ser acogido, y aquí podríamos sacar una
lección porque, probable
por algún prurito, él no podría haber sido parte de un
barrio de gente adinerada, porque los tales solamente son “sensibles”
organizándose en ONGs, fundaciones, y otras formas para parecer sensibles o
preocupados ante los demás y, en el peor de los casos, pues ni están
interesados por el drama de un “chavo” en abandono. Así, “El Chavo del 8”
necesariamente tiene su hogar de residencia, además de un barril, en un barrio
de gente modesta, pobre e, inclusive, con apremios propios de la gente de bajos
recursos quienes, por su misma condición, podían identificarse sin más
razonamiento con la condición y estado del desvalido “Chavo del 8”. Pero,
obstante que el mensaje que aquí parece darse para, acaso, tomar conciencia y
hagamos algo en claro para no ver un niño en tal estado de orfandad, sino en un
hogar establecido, acaso por la vía de la adopción, lo cierto es que “El Chavo
del 8” nos puede mover, a todos, pobres, clase media y hasta ricos, a ser
solidarios con todos aquellos quienes, como este “chavo”, pudieran estar solos,
sin el afecto inmediato de padres y hermanos que lo amen, cuiden y velen por él;
nos propone a ser sensibles. México se caracterizó por producir películas de
hondo contenido social y, en muchas de las veces, no se tuvo reparo en mostrar
descarnadamente la miseria de un sector de su sociedad. Pienso que este cuadro
existe aún en los países del llamado “primer mundo” donde, paradójicamente, hay
“chavos” errantes por las calles, pateando latas (acaso para llamar la
atención), mal vestidos (aún si portan un polo de marca, un bluejean de
exportación y zapatillas nike), que no tienen que comer (obstante tienen en sus
bolsillos la tarjeta dinner club que papá o mamá les regaló), ni juguetes con
qué jugar, ni casa donde vivir; aún si lo tienen todo por ser hijos de padres
adinerados o, por lo menos, de condición suficiente pero, igual, están
abandonados, solos, en orfandad como el “chavo”, haciendo toda clase de
travesura acaso porque, de esta manera, llaman nuestra atención para ser
atendidos. ¿Acaso hay “chavos del 8” en casa, que ni siquiera gozan del afecto
de sus padres
y, aún teniéndolo todo, un TV plasma de 50”, internet y toda
diversión, adolecen de lo que más necesitan, el afecto, palabras que le digan
lo importante que son para papá y mamá y, por consiguiente, para el mundo donde
viven? Porque, si un hijo no es importante para papá y mamá, seguramente que él
recibirá un mensaje, consciente o inconscientemente, de que igualmente no es
importante para nadie en el mundo y, por ello, las depresiones y el suicidio
infantil que nos alarma hoy en día; el pandillaje, las "barras bravas", etc., etc., etc. Genial la caracterización del Don Roberto
Gómez Bolaños que, por alguna razón que seguro él ya compartió con la prensa
que le siguió, consideró llevar a la pantalla a este “chavo”, al “Chavo del 8”,
acaso para provocarnos a ser una bonita vecindad para niños como él, o
situaciones parecidas a esta orfandad. ¿Verdad que sí?
Don Roberto Gómez Bolaños, caracterizando al "Chavo del 8" |
Qué bonita vecindad... |
Y genial la caracterización de los otros personajes que ocuparon representar al gran Gómez Bolaños, y las que representaron sus otros compañeros quienes, aún separados del artífice de esta producción de personajes, siguieron cosechando éxitos por separado a donde fueron, ganándose la aceptación de un público que disfrutó del personaje que los identificó al lado de este gran comediante, según los críticos, un ícono en la producción televisiva en México. Sin lugar a dudas, todos y cada uno de estos personajes transmitieron un mensaje para nuestra reflexión.
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