jueves, 3 de septiembre de 2015

Pequeños con mucho estrés

“Es cierto que las penas de los niños son pequeñas, pero también lo son.”
-Percy Bysshe Shelley.

M
ire el sombrero de copa dibujado abajo. A primera vista la altura del sombrero parece mayor que la anchura de su ala. Pero, en realidad, mide lo mismo de alto que de ancho. Las dimensiones pueden interpretarse mal fácilmente.

Igual de fácil es que los adultos interpreten mal las dimensiones del estrés de un niño. “Los problemas de los niños son insignificantes”, razonan algunos. Este modo de pensar es engañoso. “Los adultos no deberían juzgar los problemas por su magnitud –advierte el libro Childstress! (El estrés infantil)-, sino por la magnitud del sufrimiento que producen.”

El muchos casos el sufrimiento del niño es mayor de lo que los adultos se imaginan. Este hecho lo confirmó un estudio en el que se pidió a ciertos padres que dijesen cuál era el estado emocional de sus hijos. Casi todos respondieron que sus hijos eran “muy felices”. No obstante, cuando se preguntó a los niños sin estar sus padres delante, la mayoría contestaron que se sentían “infelices” y hasta “desgraciados”. Los padres quitan mucha importancia a los temores que afrontan los niños.

En otro estudio, llevado a cabo por el Dr. Kaoru Yamamoto, se pidió a unos niños que calificasen veinte sucesos de la vida según una escala de estrés de uno al siete. A continuación se pidió a un grupo de adultos que calificasen los mismos sucesos tal como pensaban que los calificaría un niño. Los adultos se equivocaron en dieciséis de los veinte casos mencionados. “Todos pensamos que conocemos a nuestros hijos –concluye el Dr. Yamamoto-, pero en realidad muchas veces ni vemos ni oímos ni entendemos lo que de veras les perturba.”

Los padres deben aprender a ver las experiencias de la vida desde una nueva perspectiva: a través de los ojos de un niño. (Véase el recuadro). Y esto es de suma importancia hoy día, pues la Biblia predijo que ‘en los últimos días llegarían tiempos peligrosos de mucho estrés […], difícil de sobrellevar y de soportar’. (2 Timoteo 3:1, La Biblia Amplificada). Los niños no son inmunes al estrés; al contrario, suelen ser sus víctimas principales. Aunque en algunos casos el estrés no es más que un fenómeno que ‘acompaña a la juventud’, en otros constituye un síntoma de un trastorno más serio y merece atención especial. (2 Timoteo 2:22).

Recuadro: A través de los ojos de un niño:


Muerte de uno de los padres = Culpabilidad. Cuando el niño recuerda pensamientos hostiles momentáneos con respecto al padre o la madre que ha fallecido, puede que esconda en su interior sentimientos de responsabilidad por su muerte.
Divorcio = Abandono. Según la lógica de un niño, si los padres pueden dejar de amarse el uno al otro, también pueden dejar de amarle a él.
Alcoholismo = Tensión. Claudia Black escribe: “El ambiente cotidiano de temor, abandono, negación, incoherencia y violencia real o potencial que reina en los hogares con problemas de alcoholismo, difícilmente es propicio y saludable”.
Peleas de los padres = Temor. Un estudio elaborado con veinticuatro estudiantes reveló que las peleas de los padres son tan estresantes, que algunas de sus consecuencias fueron ataques de vómitos, tics nerviosos en la cara, caída del cabello, pérdida o aumento de peso y hasta úlceras.
Afán excesivo de logro = Frustración. “Hagan lo que hagan –escribe Mary Susan Miller-, parece que los niños compiten en la vida en una carrera inacabable en la que los adultos les han metido.” El niño se ve presionado a ser el mejor en la escuela, en la casa y hasta en el juego; él nunca gana, y la carrera nunca termina.
Nacimiento de un hermano = Pérdida. Al tener que compartir la atención y el afecto de los padres, al niño puede parecerle que ha perdido a sus padres en lugar de haber ganado un hermano.
Escuela = Ansiedad de sentirse separado. Para Amy, dejar a su madre para ir a la escuela era como morir un poco cada día.
Errores = Humillación. Como los niños tienen una imagen insegura de sí mismos, “tienden a dar una importancia desproporcionada a las cosas”, dice la Dra. Ann Epstein. Ella ha descubierto que la humillación es uno de los factores desencadenantes más comunes del suicidio infantil.
Minusvalía = Frustración. Además de ser objeto de las burlas de compañeros poco compasivos, el niño que sufre alguna deficiencia física o mental posiblemente tenga que aguantar la impaciencia de profesores y familiares que se muestran decepcionados por cosas que él no puede evitar.



Tomado de la revista ¡Despertad! 22 de julio de 1993

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